Se encuentra a unos 500 años luz de la Tierra. No es un
planeta, ni tampoco una estrella, aunque podría ser cualquiera de las dos
cosas. O también algo completamente diferente. ROXs 42Bb es un objeto peculiar
y misterioso que, por ahora, escapa a cualquier clasificación. Y que desde
luego supone todo un desafío para lo que sabemos, o creemos saber, sobre cómo
se forman las estrellas y los planetas.
“Disponemos de medidas detalladas de este objeto desde hace
siete años –explica Thayne Currie, de la Universidad de Toronto y autor
principal del estudio que se publica esta semana en Astrophysical Journal
Letters-. Incluso tenemos su espectro, que revela su gravedad, su temperatura y
su composición molecular. Y a pesar de eso, aún no podemos determinar si se trata
de un planeta o de una estrella fallida, lo que llamamos una enana marrón.
Según cuáles sean las medidas que consideremos, la respuesta puede ser
cualquiera de las dos”.
Su nombre, ROXs 42Bb, se debe a su proximidad a la joven
estrella ROXs 42B. Se trata de un objeto que tiene aproximadamente nueve veces
la masa de Júpiter, por debajo del límite que los astrónomos usan para separar
planetas de enanas marrones, que suelen ser más masivas. Sin embargo, se
encuentra 30 veces más lejos de su estrella de lo que Júpiter está del Sol.
“Esta situación –afirma Currie- es ligeramente distinta a
decidir si Plutón es o no un planeta. Para Plutón, la cuestión es si un objeto
de tan baja masa en medio de un grupo de cuerpos similares es o no un planeta.
Aquí se trata de saber si un objeto tan masivo y tan lejos de su estrella es o
no un planeta. Y si lo es, ¿Cómo se formó?”
La mayoría de los astrónomos piensan que los gigantes
gaseosos como Júpiter y Saturno se formaron por acreción, acumulando grandes
cantidades de gas alrededor de un núcleo sólido. Un proceso que es mucho más
eficiente si el planeta está relativamente cerca de su estrella, de la que
obtiene los materiales para formar su núcleo sólido.
Otra teoría que trata de explicar la formación de los
gigantes gaseosos, llamada de la inestabilidad del disco, propone que un
fragmento del disco de gas que rodea una estrella joven puede colapsar bajo su
propia gravedad y convertirse en un planeta. Un mecanismo que, a diferencia del
anterior, funciona mejor lejos de la estrella madre.
Sin fronteras definidas
Currie y otros astrónomos han observado ya una docena larga
de gigantes gaseosos. Algunos tienen una relación de masa planeta-estrella
alrededor de 10 veces la de Júpiter y el Sol, y se encuentran a una distancia
de su estrella que es unas 15 veces la que tiene Júpiter del Sol. Otros tienen
una relación de masa planeta-estrella mucho más alta, y se encuentran a
distancias de sus estrellas 50 veces o más de la que hay entre Júpiter y el
Sol.
Los objetos del primer grupo serían planetas formados por
acreción, mientras que los del segundo probablemente se formaron de forma
parecida a como lo hacen las enanas marrones y otras estrellas. Pero entre
estas dos poblaciones bien diferenciadas existe un enorme vacío que separa lo
que son verdaderos planetas de otros objetos que no lo son.
Currie cree que este nuevo objeto desdibuja la hasta ahora
bien definida frontera entre planetas y enanas marrones, y que podría ser el
primer miembro que se descubre de un tercer grupo de objetos que estaría entre
los dos anteriores. “Es muy difícil comprender cómo este objeto logró formarse
tal y como Júpiter lo hizo –explica Currie- . Pero al mismo tiempo su masa es
demasiado baja para ser una típica enana marrón. Podría tratarse de una nueva
clase de planeta o quizá, aunque sería muy raro, de una enana marrón de muy
baja masa, una especie de enana marrón con masa planetaria”.
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