Seúl, 19 may (EFE).- La NASA es conocida por enviar sus naves a miles de kilómetros lejos de la Tierra, pero también vuela casi a ras de suelo para luchar contra la contaminación. El "laboratorio volador" de la agencia espacial peina estos días Corea del Sur en su primera incursión fuera de Estados Unidos.
Cuando en julio de 1969 Armstrong puso un pie en la Luna, este avión Douglas DC-8 salía del taller para realizar su primer vuelo. En 1985 lo adquirió la NASA y más tarde lo modificó hasta convertirlo en la más sofisticada aeronave para evaluar la calidad del aire, capaz de cubrir las lagunas de los actuales aparatos de medición.
"Para entender cómo se distribuye la contaminación en el país y cómo afecta a la gente necesitamos este avión, porque para entender lo que está abajo hay que comprender también lo que ocurre más arriba", explica a Efe Jim Crawford, científico de la misión KORUS AQ.
Un total de 45 pasajeros -9 tripulantes y 36 científicos- equipados con 25 dispositivos de alta tecnología que dan al interior del avión un aspecto de nave espacial de Hollywood realizan vuelos de 8 horas casi a diario para recorrer prácticamente toda la mitad sur de la península coreana.
Pero no son vuelos normales. Planear sobre Seúl a poco más de 300 metros de altura, más bajo que algunos rascacielos de la ciudad, o la costa de Jeju a solo 150 metros sobre las aguas, es una experiencia intensa y también una arriesgada tarea a cargo de dos veteranos pilotos.
Entre el equipo de científicos se encuentran dos españoles, Roger Seco y José Luis Jiménez. Este último es profesor de química de la Universidad de Colorado y está contratado por la NASA como investigador principal del espectómetro de masas para aerosoles, uno de los instrumentos que recogen muestras de aire en pleno vuelo.
"Yo me encargo de medir la composición de las partículas que hay en el aire, de qué están hechas, ya que dependiendo de su composición pueden provenir de una central eléctrica, de un coche o de un incendio forestal", explica Jiménez a Efe durante uno los viajes del "laboratorio volador".
Este español destaca el enorme reto que supone trabajar con la NASA. "Si metes la pata y no sacas buenas medidas nunca más vas a volver a volar, así que todos aquí trabajamos muy duro para que los pronósticos salgan perfectos. Esto tiene la gran ventaja de saber que cuentas con la más alta calidad de trabajo".
Además del DC-8, que envía los resultados a un satélite espacial, también participan en la misión otras dos aeronaves encargadas de cubrir áreas menos accesibles y procesar datos.
Lo que hace especial este proyecto, según Matthew Berry, director adjunto de la misión, es que "se trata de la primera vez que volamos fuera de Estados Unidos, algo que la NASA ha estado buscando desde hace años pero hasta ahora no se había podido lograr".
Tampoco es casualidad que la primera aventura del DC-8 sea en Corea del Sur, un país que ocupa una quinta parte del territorio de España pero produce casi tres veces más dióxido de carbono, unos 600 millones de toneladas al año que lo convierten en el noveno mayor contaminador mundial.
A esto se suman las tóxicas nubes del llamado "polvo amarillo" que llegan de China y, especialmente en primavera, afectan al sistema respiratorio de los más de 20 millones de residentes en el área metropolitana de Seúl.
Para ayudar a entender mejor la contaminación que afecta al país asiático y combatirla, la misión KORUS AQ seguirá recabando información del aire hasta completar un total de 15 vuelos a finales de mayo. México :: Tecnología